Te levantas como cualquier otro día, miras por la ventana, amanece y piensas: "Tantas cosas podría hacer y aquí estoy, mirando al horizonte, nada más". Entonces es cuando te desperezas, desayunas, miras el periódico y dices: "Tantas cosas podría hacer y aquí estoy, mirando cómo lo hacen otros, nada más". Más tarde decides salir a trabajar y miras al Este, mientras que amanece y gritarías: "Tantas cosas podría hacer y aquí estoy, haciendo lo de siempre, la misma rutina, nada más".. Y así durante todo el día, hasta que llegas a casa, caes rendido sobre la cama, y no puedes dejar de preguntarte: "¿Por qué?". Coges un folio, una barra de incienso, de ese que tanto te gusta, abres la ventana, te metes debajo de las sábanas y comienzas:
Hoy ha sido un buen día, he visto amanecer pero, curiosamente, y aún sigo sin saber por qué, varias veces he mirado a mi alrededor y otras tantas he salido del "enmimismamiento" que he llevado sobre mis espaldas todos estos años y lo único que podía preguntarme era por qué, por qué yo y por qué no otra persona. Por qué soy yo el que está aquí, con un café, una hoja reciclada con un tacto digno de apreciar, mi pluma importada desde Italia, por qué soy yo el que está con los pies debajo de las mantas y encima de un colchón, porque yo tengo el poder (y derecho) de la libertad, aún no siendo el opresor y no ejercerlo, por qué me tocó a mí vivir y a otro, cualquier otra persona, sobrevivir. Es una gran responsabilidad, sobre mí cae el peso de cambiar el mundo, cada día, cada hora, cada micro-segundo del minuto siguiente, y las responsabilidades no me gustan, me dan miedo. Señores y señoras, sí, acabo de decir, yo, el gran libertario de mí mismo que la libertad da miedo. ¿Y cómo saber cuándo comienza a dar miedo? Cuando es libertad de verdad, cuando en ella no sólo estás tú, sino que también están todas las personas de tu alrededor, las que te quieren y aprecian y las que ni siquiera te conocen.
Y mientras que la vela se consume, cae la última gota de lluvia, y el incienso cuenta sus últimos segundos tú lees gritando a más no poder sobre tu cama, de pie: "Grandes pensadores, tanto griegos, como occidentales u orientales han predicado con el "Enfréntate a tus miedos" pues si ellos saben lo que dicen tendrás que enfrentarte al miedo a la libertad para aprender así, después de haberlo superado, que la vida no es más que una cadena de sucesos que nos llevan desde el más desastroso de los momentos al más glorioso y gratificante. Sí, vivir implica riesgos, afrontarlos y superarlos, libertad.
Hoy ha sido un buen día, he visto amanecer pero, curiosamente, y aún sigo sin saber por qué, varias veces he mirado a mi alrededor y otras tantas he salido del "enmimismamiento" que he llevado sobre mis espaldas todos estos años y lo único que podía preguntarme era por qué, por qué yo y por qué no otra persona. Por qué soy yo el que está aquí, con un café, una hoja reciclada con un tacto digno de apreciar, mi pluma importada desde Italia, por qué soy yo el que está con los pies debajo de las mantas y encima de un colchón, porque yo tengo el poder (y derecho) de la libertad, aún no siendo el opresor y no ejercerlo, por qué me tocó a mí vivir y a otro, cualquier otra persona, sobrevivir. Es una gran responsabilidad, sobre mí cae el peso de cambiar el mundo, cada día, cada hora, cada micro-segundo del minuto siguiente, y las responsabilidades no me gustan, me dan miedo. Señores y señoras, sí, acabo de decir, yo, el gran libertario de mí mismo que la libertad da miedo. ¿Y cómo saber cuándo comienza a dar miedo? Cuando es libertad de verdad, cuando en ella no sólo estás tú, sino que también están todas las personas de tu alrededor, las que te quieren y aprecian y las que ni siquiera te conocen.
Y mientras que la vela se consume, cae la última gota de lluvia, y el incienso cuenta sus últimos segundos tú lees gritando a más no poder sobre tu cama, de pie: "Grandes pensadores, tanto griegos, como occidentales u orientales han predicado con el "Enfréntate a tus miedos" pues si ellos saben lo que dicen tendrás que enfrentarte al miedo a la libertad para aprender así, después de haberlo superado, que la vida no es más que una cadena de sucesos que nos llevan desde el más desastroso de los momentos al más glorioso y gratificante. Sí, vivir implica riesgos, afrontarlos y superarlos, libertad.
Marina. IES Azud de Alfeitamí.
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