dimecres, 2 de febrer del 2011

EL DUENDE DE LA BOLSA DE LA FELICIDAD


EL DUENDE DE LA BOLSA DE LA FELICIDAD
(proceso y efecto de la colonización y la descolonización)

Una familia tiene una casa. En la casa hay tabiques que separan las diferentes estancias: una sala, tres dormitorios, dos baños y una cocina, además de la entrada y un pasillo con armarios. En la sala hay muebles, sofás, una mesa, sillas, un televisor, un dvd, un equipo de sonido, lámparas, radiadores y diversos objetos. En los dormitorios hay camas, armarios, ropa, zapatos, libros, juguetes. En los baños hay sanitarios, una bañera, una ducha, toallas, lavabos, jabón, peines, cremas, perfumes y todo lo que es habitual. En la cocina hay un horno, una encimera, una nevera llena de comida, un jamón, vino, refrescos, un fregadero, una botella de fairy y una basura de pedal. En fin, en la casa hay todo lo que es normal en una casa, incluyendo teléfono, luz eléctrica y agua corriente, calentador de agua y calefacción.
En esa casa vive una familia.
Con lo que tienen, que no es nada del otro mundo, se sienten felices.
Si pudiéramos medir su felicidad, diríamos que tienen un índice de felicidad de, por ejemplo, 10.

Entonces aparece el duende llevando una bolsa llena de felicidad, se dirige a la familia y les hace la siguiente proposición:
“Mirad, he pensado venirme a vivir con vosotros, instalarme en vuestra casa y traer a mis amigos también. Si mis amigos y yo nos instalamos en vuestra casa y la compartimos con vosotros, vuestra felicidad aumentará hasta mucho más de lo que nunca hubierais imaginado. Ahora tenéis felicidad 10, si vivís con nosotros tendréis felicidad hasta 20. O mejor aún, hasta 200.
Ahora bien, para que nosotros podamos vivir en vuestra casa es preciso adaptarla a nuestras necesidades. De hecho, nosotros no necesitamos nada de lo que vosotros tenéis. No necesitamos ni cocina ni baños, ni dormitorios. Nada. Por lo que tendríamos que vaciar la casa. Pero eso carece de importancia, porque sin todas esas cosas y sólo con nuestra bolsa, tendréis más felicidad que antes.”
Atraídos por la promesa del duende, la familia acepta: desmontan la casa, quitan tabiques, tuberías, cableado y todos los muebles y bienes. Y, efectivamente, viven felices. Más o menos.
De momento.
Hasta que llega un día en que el duende se dirige a la familia y les dice:
“nosotros nos vamos”.
Y sin más explicación se van, dejando la casa completamente arruinada.

Es una analogía muy simplificada de lo que supone el proceso de descolonización. Permite visualizar la transformación de un mundo que económicamente y ecológicamente funcionaba para transformarse, por ejemplo, en un inmenso cafetal o cualquier otro monocultivo. Sea cual sea la forma de explotación del duende colonizador, la riqueza es pasajera, además de escasa. Pero, sobre todo, lo que queda tras la descolonización es un mundo destruido y ausencia de medios de explotación de los recursos.
A ésto se añade que los conocimientos que antaño permitían a los nativos vivir según sus modos tradicionales han desaparecido con las generaciones pasadas, puesto que los hijos de los hijos de aquellos ya sólo conocieron el mundo del monocultivo y no aprendieron de sus mayores los conocimientos tradicionales.
Osea, que no son pobres por que sí. Son pobres porque les quitaron los tabiques y los muebles, les dejaron la casa vacía y rota y hasta les hicieron perder su ancestral sabiduría.
A mis alumnos les gusta la historia.
Espero que os sirva.
Jorge Díez-Madroñero, IES Número 2 de Paiporta.

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