Me salté el desayuno. Es muy fácil. Pero es más difícil cuando llego al instituto y estoy en el recreo. He estado sentada en la clase durante horas y no puedo concentrarme por mi estómago vacío. Me siento enferma, pero no voy a comer. No voy a dejar que el hambre obtenga lo mejor de mí.
Ha llegado la noche, y sólo he comido un poco de lechuga y tomates. Es cada vez más fácil saltarse la comida. Estoy cerca de sentir... más como yo. No a mí en un traje de gorda. No a mí odiando lo que veo en el espejo. Me miro en el espejo. Siento hambre, pero la controlo. Debo haber perdido peso.
Me miro en el espejo, y aún odio lo que veo.
Cinco semanas más tarde, he perdido casi 38 libras. Estoy orgullosa, pero tengo que perder mucho más. Mi madre no deja de hacerse preguntas ridículas y sigue diciendo que soy... Dios, odio esa palabra. ANORÉXICA. Pero no lo soy. Sé que no lo soy. Estoy siguiendo una dieta. Pero, en realidad, estoy feliz. Ella debe ver que estoy perdiendo peso. La gente tiene que verlo. Pero, ¿por qué no puedo verlo yo?
Cinco semanas después mamá no se deja de preocupar. Mis maestros la llaman, diciendo que no me concentro y que estoy demasiado pálida. Evito hacer deporte, porque (no me gusta admitirlo), me duele cuando salto, me duele al correr, al moverme rápidamente. Siempre digo a la maestra que me duele el pie, o que me ha bajado la regla. Pero eso es otro problema. Ya no me baja la regla. La gente se rie, diciendo que mi pelo tiene mucha grasa. No puedo ganar, estoy demasiado gorda o demasiado delgada. Sé que he perdido peso, y eso es lo único que me importa. Pero todavía me miro en el espejo y veo la grasa pegada en mi cuerpo. Sólo necesito perder un poco más, y entonces, puede ser posible que, me pueda mirar en el espejo y sonreir. Hace mucho tiempo desde que he sonreido.
Un mes después. He despertado, pero no en mi habitación, sino en una habitación pequeña y blanca, con flores al lado, y oigo voces. ¿Estoy muerta? Intento abrir los ojos, pero no tengo el poder. Finalmente puedo abrirlos. No tengo el poder para que se queden abiertos durante más de cinco segundos. Puedo oir mejor las voces, diciendo que había colapsado. Que había perdido tanto peso que mi cuerpo había empezado a comer mis músculos. Que he escapado a la muerte. Puedo ver unos tubos, girando por todo mi cuerpo, y oigo las voces diciendo que los tubos son un medio de entrada de comida a mi cuerpo. Están explicándolo a mi madre. Puedo escuchar la preocupación en su voz, y cuando abro los ojos, puedo ver el cansancio en sus ojos, y el miedo en su expresión.
Me pregunto a mí misma, ¿por qué debo dejar que entre comida en mi cuerpo después de todo el peso que he perdido? Pero, me paro a pensar, y ese pensamiento me hizo darme cuenta de porqué voy a permitir que continúe mi vida. Fue el hecho de que yo estoy aquí muriendo, muriendo con este peso porque no quiero comer. Pero una chica de mi edad en África se está muriendo con su peso porque no puede comer.
Evangeline Grace Letch
Sobrecoge leer éste tipo de relatos.. Estando escrito en primera persona parece que duele más.. Supongo que sabrás que no hay felicidad posible con esta enfermedad, por lo menos no cuando te ciegas, sólo quieres ver tus huesos en el espejo y todo lo que no sea eso no es bien recibido y debe ser, por consecuencia, eliminado. Supongo que también sabrás que todo miente y la mente juega muy malas pasadas.. por desgracia. Se nota la obsesión que tiene esta chica por perder peso y cuanto más deprisa mejor.. Me gusta la forma en la que has relatado el submundo, por llamarlo de alguna manera, que toma forma en la cabeza de la protagonista, me gusta porque destaca y, también, se puede ver fácilmente cómo transcurre la enfermedad hasta que el organismo acaba por comerte los músculos por la ausencia de nutrientes.
ResponEliminaMuy bueno, me ha gustado mucho.
Me gustó mucho cuando lo leímos en clase, pero me gusta todavía más cuando lo vuelvo a leer. Yo he estado por decirlo de alguna manera cerca de esta enfermedad, pero sé que jamás me podré imaginar lo que debe ser. Hasta hace poco yo solo era consciente de las enfermedades físicas, no le daba importancia a las mentales, pero por desgracia esas son las peores, y no me he dado cuenta hasta que lo he vivido yo misma.
ResponEliminaMe ha gustado mucho Evie, buen trabajo;)
Teresa.