Hola, me llamo Abeto, tengo 7532 años, soy muy alto y robusto. Los humanos, hasta ahora, me han respetado, supongo que ha sido por mi antigüedad. Al estar encima de la montaña Fulu en Dalarma, Suecia, podía contemplar cómo ejemplares prácticamente idénticos a mí, aunque menos viejos, caían ante la más potente máquina de destrucción existente, el humano. Ese humano que dice ser el mejor de todas las criaturas que habitamos el mundo, por su “inteligencia”, es el mismo que poco a poco, y cada vez más rápido, acaba con él. Entiendo que necesite recursos, que tale a algunos de los ejemplares de mi especie u otras, incluso a mí si mi uso va a ser de utilidad, si no voy a ser derrochado. He visto cómo se matan entre ellos, sin razón aparente, a sangre fría, sin piedad... Cada vez que quieren más, tienen menos. Sigo viendo cómo abusan indiscriminadamente de nuestra madera, día a día nuestro terreno disminuye, parece que no sepan que somos nosotros lo que les proporcionamos oxígeno, los que condicionamos su atmósfera, y todo esto para que después hagan lo que hacen. Va llegando el día de mi tala, y me resigno, no puedo hablar, y aunque pudiera hacerlo dudo que me escucharan, soy el último y mi muerte es inminente. Noto el primer corte, cerca de mis raíces, a pesar de medir cerca de los 160 metros, siento el dolor... Segundo corte, cada vez más profundo, cada vez más dolor, van por la mitad y mi savia se agota, me seco poco a poco, matadme del todo, éste es demasiado sufrimiento para mí. Me quedan apenas escasos minutos, me pregunto a dónde iré, despedazado, sí, pero a dónde. He muerto.
Buenas, mi nombre es Daniel, ésta mañana me he despertado con ganas de romper cosas, estoy realmente cabreado, no quiero pensar, nada me importa, saldré fuera, a ver si así consigo despejarme un poco. Voy andando, por un parque, rompo ocho flores y mato tres escarabajos peloteros, mi vida vale más que la suya, a pesar de que eso no consiga nada, lo sigo haciendo. Ahora son las siete menos cuarto, tengo que darme prisa o llegaré tarde al trabajo, de camino voy bebiendo una lata de coca-cola, la tiro al suelo, qué más me da. Son ya las 2, toca talar el último árbol, un abeto, de siete mil y pico años, va a ser divertido, la caída será lo mejor, y la cantidad de edificios que vayan aquí tendrán unas vistas preciosas, qué emoción.. Ha terminado mi jornada laboral, y tengo muchísima hambre.. Llegaré a mi casa y comeré. Al mirar el envase vi que la carne provenía de un tal EPM-895, supongo que será un cerdo. Estoy lleno, sinceramente, no me apetece más, a la basura.. Yo sacio mi hambre, yo como, yo malgasto, yo vivo bien, yo disfruto, yo tengo agua, y aún así me siento desgraciado, derrocho, no pienso... Afortunadamente, creo, no todos son como yo.
Que me aproveche.
Marina y Mollie. 3r ESO, IES Azud de Alfeitamí