dimarts, 9 de març del 2010
Con el Sáhara clavado en la retina
Con el Sáhara clavado en la retina
Un avión pone fin a las distancias salvadas,
el trayecto esperando esperanzas inesperadas,
aeropuertos con intenso olor a madera corrupta
despiertan a los soñadores de su mentira.
La carretera rodeada de arena, sin horizontes,
el camión de la noche parece llevar a la nada
a este descapotable lleno de bolsas contra el hambre.
El viento en la cara recupera la ficción cacheada,
brisa de un desierto que agradece paciencia perdida,
en esta oscuridad no se deja ver lo de fuera,
unas llegadas regadas de incertidumbre interminable.
La madrugada, sin fuerzas frente al encuentro,
devuelve a los trovadores la música de sus letras,
las caricias morenitas de un verano cuenta-cuentos.
Están aquí, en la niña que hechiza nuestras miradas,
sus pies descalzos dejan huellas en caminos sin anchura,
hasta que el día y la noche duerman juntos,
hasta que sueños tan distantes se acuesten en la jaima.
Días que no quieren irse, cruzando infinitas vidas,
los paseos robando el tiempo al reloj carcelero,
noches mudas, donde sólo baila la libertad,
llevan a la derrota a los espectáculos parlantes
con una alfombra sobre un cielo embrujado.
Una ternura invisible, quedándose clavada en los ojos,
para siempre, desempañando la estupidez de las dudas,
olvidando el miedo, enmarcado donde todo lo tiene.
Hombres negociando con el té ser libres,
dando clases de comprensión a un occidente ciego,
mujeres aprendiendo en hasanía algo de vida
y la vida estudiando el calor de sus risas.
Niños queriendo ser niños como un niño,
jugando a planear la vuelta a su tierra,
niñas mostrando la magia que ciega al adulto,
tatareando un idioma dulce al oído cansado;
y unos labios secos se humedecen, de sus lindas canciones.
Versos de lógica falta de tristeza enamoran,
multitud de miradas color negro esperanza
atrapan mendigos en un sueño desierto...
sueño del Sáhara,
que dictas los apuntes en la olvidada lengua alegría,
que en los gestos de tus iris la luz nunca marche,
que se quede, como la luna llena, en corazones,
y que alguno viajero, de paz vuelva a su infancia,
como un niño de diez años, o una niña de siete.
Allí, ahora y siempre...
es aquí para un corazón transparente.
Israel Morales Benito
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