Antes de nada, perdón por la ausencia. He estado un par de meses de reflexión personal, y además, la universidad me quita bastante tiempo para todo. Para empezar, quisiera agradecer a la gente de Latinoamérica y del extranjero en general que ha empezado a leer este blog por los e-mails que he recibido estas semanas. Siempre es de agradecer que animen a uno a hacer lo que le gusta. La última entrada que publiqué ya me dejó con un mal sabor de boca porque la hice con prisas y demás, así que he preferido tomarme esta con más calma ya que estamos de vacaciones. Y precisamente, este va a ser el tema de hoy: la Navidad.
Todos sabemos que es una festividad de origen cristiano, y de primeras, esto ya es incorrecto. Pueblos tan característicos como el romano o el azteca ya rendían culto a sus divinidades por estas fechas. Fechas que la religión del pan y el vino adoptó para expandirse. Incluso aquí, en nuestra península, esta época del año era el momento de adoración a Gaia, la diosa de la naturaleza, el símbolo pagano más reconocido. Pero dejando de lado su origen, vamos a su esencia, que es lo que nos interesa: su espíritu. Se supone que es una época de amor y de estar con la familia. Y por encima, eso parece. Pero, ¿lo es realmente?
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dijous, 26 de desembre del 2013
Feliz falsedad (y próspero negocio)
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